Alimentación Neurodivergente: cómo vincularse sanamente con la comida
Interactuar con el mundo puede ser diferente cuando alguien es neurodivergente, ya que la gente no siempre puede anticipar o comprender la forma de hacer las cosas de esa persona.
Muchas de estas personas padecen las experiencias sensoriales distintas que vivencian. Esto hace que algunas sensaciones como las de ciertas comidas sean más abrumadoras y difíciles de manejar.
La aversión sensorial puede afectar a tareas cotidianas esenciales, sobre todo cuando se trata de comer.
En las personas neurodivergentes la comida puede influir en la vida diaria de diversas maneras.
- Las ingestas pueden afectar su salud gastrointestinal
- La aversión sensorial puede generar rechazo a cosumir ciertas comidas.
En esta nota, junto a nuestra colaboradora María Stroman, te comentaremos sobre los trastornos alimentarios y digestivos que puede desarrollar una persona neurodivergente. Y cómo podemos aplicar ideas estratégicas para mejorar el vínculo de estas personas con la comida.
Sensibilidad sensorial y aversión a la comida
En varios casos, las personas con afecciones neurodivergentes tienen sensibilidad sensorial, y el efecto negativo de esta, el rechazo a ciertas comidas. Por ejemplo, la sensibilidad sensorial asociada al autismo puede dar lugar a una mayor conciencia de los cinco sentidos.
La temperatura y la conciencia corporal son factores sensoriales que influyen en su experiencia de la contracción muscular dentro de la mandíbula. También entra en juego el sentido de la vista, que está relacionado con el aspecto visual de los alimentos.
Las dificultades para comer pueden deberse tanto a señales externas como a respuestas internas. Puede tratarse de la sensación del estómago, de lo lleno que uno puede sentirse o de cómo se sienten o se mueven los intestinos.
Como mencionamos, hay algunas personas que no comen porque experimentan una sensación continua de saciedad y no sienten el impulso de comer. Sin embargo, hay casos en los que puede ocurrir lo contrario, es decir, un individuo puede experimentar una sensación persistente de hambre. Influenciadas por la sensibilidad sensorial en las primeras etapas, las elecciones alimentarias pueden prolongarse hasta la edad adulta.
Otro problema que suelen tener estas personas son los intestinales. Y esto es aún más frecuente en los niños pequeños con Trastorno del Espectro Autista. Por lo que se sospecha que puede haber algo distintivo en el desarrollo o la función intestino que se produce en las personas con TEA. Este cuadro se empeora cuando los padres dan a los niños autistas medicación para aliviar los problemas gastrointestinales. Esa situación puede desencadenar en otros efectos secundarios.
Algunos opinan que otro factor es cómo se vinculan a cómo viven las personas con autismo los estímulos sensoriales. Manifestando más sensibilidad en:
- La vista
- El olfato
- La audición
- El tacto
- El sentido del gusto
Esto muestra cómo la neurodiversidad puede influir en los hábitos alimentarios, yendo más allá de la mera digestión.
Lamentablemente, esta situación, puede ser un factor desestabilizador de la salud mental, y termina generando trastornos alimentarios.
Personas con TDAH ¿tienen más probabilidades de sufrir un trastorno alimentario?
Los trastornos alimentarios son una enfermedad compleja que tiene causas profundas. Además, la razón específica por la que una persona desarrolla un trastorno alimentario es muy personal y distinta de las causas que pueda experimentar otro individuo. Aunque es posible que existan algunas conexiones en relación con el autismo.
Un estudio realizado en EE.UU reveló que las chicas con TDAH tienen un mayor riesgo de desarrollar un trastorno alimentario, con 3,6 veces más probabilidades que las que no lo padecen.
De la misma forma que las personas neurotípicas que son anoréxicas, las personas con autismo que padecen el mismo trastorno pueden sentir la necesidad de participar en rituales alimentarios.
Estos rituales y hábitos, en el caso de las personas con autismo, se originan por la ansiedad y los problemas gastrointestinales. Y no tendrían que ver con la gordofobia o la dismorfia corporal.
Además, se ha establecido que la neurodivergencia se correlaciona a menudo con el ARFID (Trastorno Restrictivo Evitativo de la Ingesta de Alimentos, por sus siglas en inglés).
Al igual que la anorexia, el ARFID conlleva una intensa limitación de los tipos de alimentos y de la cantidad consumida.
No obstante, el contraste entre el ARFID y la anorexia es que quienes padecen la primera enfermedad no restringen su ingesta de alimentos para perder intencionalmente peso.
En realidad, la razón precisa por la que alguien con ARFID tiene estas tendencias puede variar. En algunos casos, se debe a una necesidad de control, mientras que otros se vincula con una mala experiencia con la comida que haya implicado vómitos o atragantamiento.
Aunque la causa exacta de la ARFID sigue siendo desconocida, se ha demostrado que las personas con TDAH y autismo son más propensas a padecerla.
Las personas neurodivergentes no solamente son susceptibles a los estímulos sensoriales, sino también a la sobrecarga de los estímulos compuestos y a la sensibilidad a lo que ingieren